Solo Bird

Cierra los ojos, imbuido por una especia de magia oculta, abstraído de su entorno, de la gente que le observa, del sonido de vasos, de risas, del murmullo. Cierra los ojos y su mente comienza a desglosar ideas en un lenguaje que muy pocos conocen y menos aún dominan. Sus dedos comienzan a acariciar la superficie dorada, aquella sobre la que en breves instantes se deslizarán, sin llegar a emitir ningún sonido. En esos momentos no hay problemas, no existe ninguna preocupación, su mente solo puede atender a sus sentimientos, sus ideas, su discurso y a cómo hacérselo llegar a todos aquellos que están ansiosos de oírle. Ha de ser directo, claro, canalla, que no sea muy escolástico pero que tampoco se desarrolle fuera de los límites preestablecidos, ha de estar basado en otros pero con sus propias señas de identidad, ha de ser ambicioso y humilde al mismo tiempo, debe de tener gancho pero sobre todo ser original e irrepetible.

El batería hace el break que indica el fin de un solo del trompetista de la trompeta torcida, y que sirve para darle la entrada. Todo el mundo aguarda. La música se reanuda y la gente se impacienta. La banda le mira. Cuatro compases de armonía rítmica sin melodía… un ligero rumor inquieto recorre el local hasta que en la segunda corchea, del segundo tiempo del quinto compás, cuando nadie lo esperaba, toma aire y extrae de su saxofón una nota seca que en breves ser convertirá en un motivo rítmico. Su cabeza bulle con miles de motivos musicales que ha de saber organizar, pero su cuerpo parece no estar conectada a ella presentando una sospechosa tranquilidad. Totalmente inmóvil, salvo por unos inquietos dedos que empiezan a presionar las llaves de su ajado saxofón de forma aparentemente aleatoria, casi espasmódica, quizás como consecuencia de los excesos ocasionados por la droga y el alcohol.

El solo comienza a tomar forma, las ideas comienzan a fluir, y como si de una ecuación matemática se tratase todo encaja a la perfección, los motivos del Standard de Duke, las referencias al anterior solo que únicamente Dizzy es capaz de reconocer, la complicidad con la sección rítmica, la cual apoya cada silencio de su melodía. Las escalas del Boggie y del Blues se entremezclan con las innovadoras y endiabladas melodías del Bop, fusionando los orígenes y el futuro de esa música callejera que se había apropiado de los suburbios de Nueva York.

Pero no contento con ello, un último guiño para que la concurrencia se quite definitivamente el sombrero: Un cita de una de sus propias melodías encajada de forma magistral a la mitad de tempo, para que se escuche bien, y rematada con una escala vertiginosa que desemboca de nuevo en el tema dando fin a su solo.

El piano coge el relevo, porque son muchos años tocando juntos, y aunque no hay nada escrito, y él no ha hecho siquiera una seña, para ellos la música y el lenguaje de cada miembro del grupo es como un libro abierto.

Se despega lentamente la lengüeta de la boca, mostrando unos labios oscuros, rasgados de someterlos a horas y horas de música y una gota de sudor resbala por su frente ayudada por la leve inclinación del tímido saludo. Su respiración esta entrecortada, pero su apariencia es la misma, calmada, tranquila, indiferente. Solo su pié se mueve discretamente de forma isorrítmica con el right de la batería y su cabeza asiente levemente al compás, como si contestase al alguna insinuación musical de Bud Powell.

A las 4 a.m. el Birdland se vacía, pero la música continúa porque para Parker no hay ninguna droga mejor que el jazz. Así que en esa mezcla de desalineo y elegancia, con los ojos cansados e incitado por Mingus y Roach emboca de nuevo su preciado saxofón, mira a Gillespie, toma aire y comienza un nuevo solo, como siempre diferente, innovador, provocador, con estilo, con fuerza pero sobretodo con alma.

¿Qué sucederá mañana? Nadie lo sabe pero esta noche el oscuro mundo cobrará sentido diciéndote All the things you are.