sábado, 8 de enero de 2011

Una despedida momentánea, una vida de reencuentros

Lo odia con todas sus fuerzas. Por lo que significa, por lo que supone. Es como el camino al cadalso, es irremediable e irreversible. No soporta la voz tediosa del megáfono que anuncia las salidas y llegadas, no soporta el estrés de la gente con sus maletas, el trajín, la histeria, pero en especial no soporta las despedías. El besarse intentando saborear cada parte de la boca del otro, el abrazarse intentando contener las lagrimas, las largas miradas, uno en el andén y otro en el tren, la vista tras el cristal, el ir perdiendo a la persona que quieres paulatinamente, ver como se aleja, o como se queda entierra mientras tú eres el alejado.
Es inhumano que te separen de alguien a quien quieres. Es injusto que puedas compartir tu vida con un sinfín de personas de las que puedes prescindir, que te cruces y vivas el día a día con gente que no te importa, y sin embargo la persona a la que quieres tenga que marcharse dejando roto ambos corazones.
Todos estos pensamientos y más se le pasan por la cabeza, mientras avanza por la estación camino al andén. Como a quien le dejan vivir 3 días en el paraíso y luego le devuelven de golpe a su vida cotidiana, como quien prueba las mieles de la gloria y más tarde se ve sumido en una derrota, arrastra los pies arrastrándose a su pareja, intentando retrasar lo más posible el final que sabe que tiene que ocurrir. Revisa el billete, esperando que haya un error, y mira todos los carteles, esperando ver la palabra CANCELADO, o al menos ”con retraso”. Pero no, no hay milagro que le permita compartir más tiempo. “Sí pudiera cambiar la cantidad de tiempo perdido o inútil que he pasado en mi vida por minutos contigo…”
Es una mierda la estación y sus consecuencias, aunque sin embrago esta vez no lo es tanto. Tiene una extraña sensación, y hay algo o alguien que pese a sus ganas de llorar le arranca sonrisas, hay alguien que pese a su negativismo temporal le arranca pensamientos alegres, le implanta ilusión evocándole momentos mejores sucedidos o por suceder. Le alegra esos minutos con buenas caras, con promesas que no se rompen, con besos que saben a vida, con risas contagiosas, con juegos que le hacen olvidarse del momento que vive, que le hacen vivir en un mundo de fantasía que da sentido a la realidad.
Porque esto es diferente, y sí, es cierto, se separan, se dejan de ver, pero no es igual que otras despedías. Esta no le conduce irrevocablemente al olvido. Esta no es totalmente amarga, esta no es definitiva. Es solo un aplazamiento. Es distinto, las sonrisas no se apagan al montar en el vagón, las ganas de vivir no se diluyen en el tiempo que están sin verse, las ilusiones no se pierden en la distancia, y el amor no se pierde en la despedida. Y eso le mantiene fuerte, eso le permite resistir hasta la ansiada próxima vez sin derrumbarse. Eso es lo que le mantiene a flote, lo que le hace sentirse bien, feliz. Lo que le hace creer.
Por esto esta vez es distinto, y pese a todo lo negativo de una estación, de una despedida, se sube en el tren bromeando, manteniendo la compostura, siendo valiente. Porque esta vez hay mucho por lo que luchar, porque esta vez hay muuuchos motivos para el optimismo, pero sobretodo, porque esta vez el premio promete ser de los buenos, de los que duran mucho.
Desde el cristal mueve los labios y dice te quiero, esboza una sonrisa que ilumina lo gris de la escena, y espera a que el tren se ponga en marcha. Mientras, le observa y piensa que solo está vivo el que siente, y que todos los sentimientos contribuyen a esa vida. Hoy le ha tocado perder la batalla y ha de irse, pero en breves ganará la guerra y será para toda la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario