sábado, 8 de enero de 2011

Lo que sucede en Madrid

Los que vivimos en las pequeñas ciudades a menudo no somos capaces de comprender como funcionan las grandes urbes. No acabamos de asimilar que dependamos de un transporte, que las piscinas cuesten más de cuatro euros las más barata o que te cobren 11 euros (ni uno más ni uno menos) por un mísero Brugal-cola, (pero muy bien presentado eso sí).

Pero entre todas estas cosa existe una a la que, al menos un servidor, nunca se acabará de acostumbrar. En las ciudades pequeñas tú puedes ir con tu gente a las 6 .30 de la mañana y sentarte frente a un kiosco cerrado a apurar la última cerveza y no pasa nada, como mucho la gente te mira, a veces te pueden mirar mal, pero no pasa de eso, Miradas.

Sin embargo, en una gran ciudad en la que viven millones de personas de las más dispares procedencias y con las costumbre más opuestas que se puedan imaginar, parece que el hecho de que te sientes a altas horas de la mañana en un kiosco frente a la mítica puerta del Sol (por poner un ejemplo que se me acaba de ocurrir) con tabaco y alcohol, parece que es un reclamo para que cualquier transeúnte, si puede estar un poco etílico mejor, se acerque a darte charleta, como si te viesen cara de que necesitases escuchar sus múltiples historias y consejos… Y les da igual que les mires mal, que les ignores, que les sueltes borderías, que les digas abiertamente -¡¡PIRATE YA! Se la pela (hablando en plata) ellos han venido a hablarte y a psicoanalizarte, porque son psicólogos y poseen cinco carreras, ni más ni menos, que tiemble Freud.

No sé hasta que punto son conscientes de que no te importa, ó hasta que punto se creen que, de verdad, lo que cuentan es interesante, porque resulta que no son ni uno ni dos los que buscan amparo en una calurosa noche ¡¡Que va!! Si en un lapso de 1 hora permaneces en un miso lugar puedes hablar con una docena de personas que se acercan sin que tú les llames, incluso convergiendo varios grupos de personas a la vez, que no tienen nada que ver entre si, y mantener una conversación, normalmente estúpida o surrealista, mientras ves como los primeros rayos de sol iluminan la desértica calle Preciados y al archiconocido Oso pegado al Madroño.

Cuando llegas a tu casa te das cuenta que te han estado aconsejando que salgas del armario, sin complejos, que para eso es el día del orgullo…te han dado una señora conferencia sobre los Cubanos y su la relación con las Españolas…impartida por un Doctor "Honoris Causa" procedente de la isla de centro América, el cual previamente había discutido con una de sus oyentes, que sostenía abiertamente sin tapujos y en su puta cara, que son todos unos puteros, sin excepción. También te han dicho que eres una persona que mereces la pena, o todo lo contrario (dependiendo de si estuviste callado y atento o le contradecías) te han dejado unas gafas de plástico rosa que en lugar de cristal tiene más plástico rosa para que no veas nada, y un largo etcétera.

Pero quizás lo que no comprendemos los foráneos es, que precisamente en esta diversidad de "fauna" y en esta amalgama de culturas, pensamientos, edades, inclinaciones… es donde reside el encanto de las grandes ciudades. Son precisamente estas situaciones anormales, que solo se pueden dar en Madrid, las que le otorgan ese algo especial que atrae y engancha a millones de personas.

Particularmente, declaro que: Me he pasado al lado oscuro y ya no me disgusta tanto Madrid, sino más bien todo lo contrario, ahora deseo sobre todas las cosas pasear contigo del brazo, conocerla y buscar mis rincón favorito de Madrid...bueno, siendo sincero, ya conozco mi ricón favorito de Madrid!!!

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