sábado, 8 de enero de 2011

El Primero

Apenas 5 minutos para el primer descanso, los alumnos se impacientan y el profesor intenta hacerse con el dominio de una clase saturada ya de información. Solo llevan dos horas, y ni si quiera han sido seguidas, pero los pupilos llevan un tiempo mirando el reloj con el deseo de que, al contrario de lo que dice la canción, esta vez sí marque las horas…y rapidito por favor.
Un papel sobre vuela la clase, el destinatario, una joven muchacha aparentemente atenta a las explicaciones pero que sin embargo no duda en desconectar para leer lo que la susodicha nota contiene, ¿Qué le dirá esta vez el chico que le gusta? ¿Será una nota sin más o se le declarará? Porque ella le gusta a él, eso está claro, sino no andaría siempre a su lado, haciéndole bobadas, creando para ella momentos inolvidables, y sobre todo, no se jugaría una bronca monumental por hablar con ella en medio de clase.
El profesor ha visto de reojo el objeto volante sí identificado pero prefiere hacerse el bobo, al fin al cabo quedan menos de tres minutos y prefiere acabar la explicación que perderlos en la misma regañina de todos los días que sus alumnos parece que no entienden.
Él sabe que es un momento difícil para los chavales, tanta hormona encerrada entre cuatro paredes no puede ser buena. Es frustrante ser profesor en estos niveles, por regla general no se te respeta y menos aún te atienden, solo puedes conformarte con que un escaso porcentaje de los asistentes, que no oyentes, de tus clases puedan algún día salir más o menos airosos y tener un futuro decente.
No ha terminado de plasmar el último dato en la pizarra, cuando la infernal, por su sonido, pero bendita a la par por su significado, alarma irrumpe en los oídos de todos, y el estruendo emerge. La últimas palabras del profesor se pierden entre el arrastrar de las sillas, las voces (porque los chavales no saben hablar de otro modo) de los alumnos que anuncian que por fin llegó el recreo, ese genial descanso que para algunos justifica plenamente la asistencia a la escuela. En ese “break” de apenas 15 o 20 minutos puede ocurrir de todo. Unos amigos pueden enfadarse, desenfadarse y volverse a desenfadar, algunos forofos del futbol pueden jugar 15 minutos con la misma intensidad que si de la final de la champion se tratase. Una pareja puede recorrer el instituto entero buscando un rincón poco poblado donde poder esconder ese beso furtivo que delate ese amor que todos saben y todos fingen no saber. Alguno puede estudiarse en esos minutos el examen que no estudió en toda la tarde del día anterior, otros escribir la carta que dejaron a medias en la clase precedente, algunos irse al baño para poder apurar un par de cigarros, siempre con el subidón de adrenalina que otorga el hacer algo prohibido. Un grupo de amigos puede discutir sobre el plan del sábado, y un par de chicas pueden pelearse por haber sido la destinataria de la mirada de aquel chico mayor, que seguramente se equivoco al mirar hacia ellas.
La destinataria de la nota, sin embargo, tiembla al oír el estruendo de la campana, ¿Qué hace ahora? ¿Se acerca hacia él? ¿Espera sentada y le mira para que él se acerque, o simplemente se va indiferente para ver si le sigue o no? Sin embargo no le hace falta hacer nada de todo eso, antes si quiera que el profesor salga de clase, él ya está en su mesa con la pobre, pero eficaz, excusa de reclamar el boli que portaba el andrajoso papel en el que se estaba escrita la nota. Ella, radia alegría de ver que se ha acercado, pero al a vez los nervios apenas la dejan levantar la mirada para disfrutar de sus ojos.

Entonces empieza el juego, salen de clase con el resto de amigos, que ya ha optado por ignorarles y dejarles solos con su tonteo, y enseguida empieza la guerra dialéctica y física. Él le vacila y ella le pega con la esperanza de que en una de estas le agarre y la acerque hacia él, a esa distancia donde la amistad se difumina con la atracción y se pierden los límites, esa distancia donde has de dar el paso o arriesgarte a que pase el tren y mañana sea otra la que se pegue con él. Porque este mundo es así, en el cole no hay amigos, o hay muy pocos, y quien hoy te sonríe, mañana besa al chico que te gusta porque tú no te atreviste.
Ella ya dejó pasar una oportunidad hacía unas semanas, cuando en aquel parque, mientras se peleaban en la hierba se quedaron mirándose muy cerca pero ninguno se atrevió. Ella no quería precipitarse de primeras, sentía algo muy fuerte pero… y él no quería que pensase que era un baboso como el resto de los tíos, que solo buscaba lo que buscaba. Gracias a aquel amago la relación cada día iba mejor, y allí se encontraban, librando una dura batalla entre bromas, insinuaciones, sonrisas picaras y contacto controlado. Entonces ocurre, la distancia disminuye en demasía y la alerta se activa, pero esta vez ya no hay nada que hacer, los ojos se cierran, el murmullo del gentío que habitan los pasillos desaparece, el estómago cada vez hace más cosquillas y de repente…¡¡¡El esperado Beso!!!!
Cuando se separan, se ven apabullados por el griterío de la sus colegas que aunque se hacían los despistados no se habían perdido detalle (algo habrá que comentar en la clase de historia, que sino con Carlos V nos morimos de aburrimiento). Ambos se ven sobre pasados, “ojala desapareciera la gente y pudiera disfrutar de otro beso” piensa él, “ojalá todos los besos que me quedan en la vida sean como este primero”, piensa ella… y mientras la gente ríe y grita alrededor, alguna mirada envidiosa les taladra, pero da igual, nunca habían sentido nada parecido.
De repente, otra vez la maldita sirena, otra vez entre las cuatro paredes a por otras 2 horas antes de volver a salir, aunque para ellos el día ha terminado, ya no existirá nada que no sea ese momento inolvidable, nada podrá sacarles de sus pensamientos, de sus miradas cómplices y sus sonrisitas nerviosas, ¡¡¡¡Se han Besado!!!

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