sábado, 5 de febrero de 2011

Aquella noche, ella.

Aquella noche ella estaba harta de estudiar. Le gustaba vivir sola, tener un piso particular en el que ella ponía las normas, los horarios, los límites de higiene. Ella medía los decibelios de su música y elegía qué se veía en su tele. Sin embargo en ocasiones le agobiaba tanta soledad, y más en época de exámenes en las que no tienes más relación con las personas que la red, y como mucho el teléfono. Se podía pasar días enteros sola, estudiando durante horas e invirtiendo sus ratos libres en dar paseos para despejarse, hacer la compra, sacar a Frank (su Cocker) o simplemente dormir. No era grato estar tanto tiempo sola, pero tampoco le seducía la idea de pasar mucho tiempo en la biblioteca, en la que más que estudiar perdía el tiempo. Perdía el tiempo en ir y volver, perdía el tiempo saludando a gente que en estas fechas intenta hacerte súper amigo tuyo, perdía el tiempo tomando cafés de 45 min para desconectar, cuando en casa con 25 minutos le sobraba… así que, aunque la soledad a veces pesase, le merecía la pena vivir estudiar en su casa, con su tiempo.
Se podría decir que Elisa era una mujer independiente, al menos a simple vista. No necesitaba estar atada a nadie, o eso era lo que indicaban las escasas e infructuosas relaciones sentimentales que había pasado. En ocasiones había llegado a pensar que era tan rara para la sociedad actual que nadie le aguantaba. Los chicos que se acercaron a ella por su físico se alejaron poco más tarde por su forma de ser. No es que fuera una neurótica, o un bicho raro. Tampoco era un ordeno y mando, ni una mojigata. Tan solo era una chica a la que había que conocer de varias veces, no era, ni mucho menos, un libro abierto, se escondía a menudo tras la careta de mujer resistente y poco emocional, pero sin embargo era todo lo contrario. No le gustaba mostrar todas sus cartas en una primera cita, y tampoco era una chica que intentase aparentar quien no era, ella simplemente se mostraba en parte y lanzaba una invitación a quien se interesase por ella que decía: Yo soy así, si te gusta puedes quedarte y quizás me moldé un poco, pero no intentes cambiarme, porque me gusta como soy.
Aquella noche había recibido la llamada inesperada de su grupo habitual, la gente con la que salía desde que había empezado la carrera de Enfermería. Eran buena gente, al principio le había costado hacerse al grupo, siempre le era difícil iniciar una relación aunque fuera de amistad, pero si conseguía superar los primeros pasos era de las mejores amigas que podías echarte a la cara, y eso era lo que había pasado. Se había hecho un huequito entre Jaime, Raúl, Paula, Patricia y compañía, y se sentía a gusto, protegida, valorada… se preocupaban por ella, le llamaban, le hacían favores sin necesidad de pedirlos, le escuchaban… y lo mejor de todo, compartía muchas cosas, gustos televisivos, musicales y sobre todo una pasión: La enfermería.
Tras la llamada se puso la música que necesitaba antes de salir de fiesta para irse animando, se metió en la ducha y sin parar de cantar durante una hora, se arregló, se vistió con su vestido preferido, ese blanco que le quedaba tan bien, se recogió el pelo en un moño, se calzó los tacones y esperó a que vinieran a buscarla.
Tras 5 minutos caminando por su casa mirando el reloj, finalmente sonó el timbre. Al salir del portal, besó y abrazó a sus salvadores, esos que habían impedido que se sumiera en otra noche sola, y les pregunto el destino de su fiesta. La respuesta fue unánime: Coño Eli, pareces nueva, donde vamos a ir, pues donde siempre, al “Donde judas…”. Comenzaron a andar en la fría noche, riéndose de las anécdotas que les habían acontecido durante los periodos de estudio y en algún que otro examen, y celebraban que, a falta de las notas definitivas, ya habían perdido de vista a Ramírez, el profesor más temido de la carrera.
Antes de que se dieran cuenta ya estaban entrando del bar, y con la agilidad que distingue a un cliente habitual de un neófito de este garito se apresuraron a hacerse con el dominio de alguno de sus puntos estratégicos. La mesa ya estaba pillada, el comienzo del bar también, pero sin embargo había un hueco al lado de la barra, casi al final del bar, así que allá se fueron. Al pasar cerca del grupo de la mesa, Paula se agarró corriendo a Patricia y a Elisa y les dijo:
-Mirar chicas qué tenemos ahí. ¿No están mal no?
-Nada mal- dijo Patricia y miró a Eli, quién tras escrutar detenidamente al grupo dijo:
-Bah, no me gusta ninguno, salvo ese de los ojos verdes, y ni eso.
Las chicas miraron a Eli, y le recriminaron que fuera tan sumamente exigente, diciéndole que con esa actitud jamás llegaría a tener nada con nadie, a lo que ella respondía defendiéndose con una simple pregunta: ¿Quién os ha dicho que quiera algo con alguien?
La noche siguió tan divertida como siempre, entre copas, chistes, bromas y picarescas, en especial entre Jaime y Patricia. El grupo había formado un pequeño corro, de tal manera que Eli había quedado de espaldas a todo lo que acontecía en el bar y solo se centraba en lo que sucedía en su grupo, por ese motivo no pudo ver a ese chico con el puntillo que sin querer le arroyó por detrás.
Se quedo unos segundos mirándole a los ojos fijamente, y algo le sucedió en el estómago, que hasta ahora nunca le había pasado.

-Lo siento, son esos burros que me han empujado- dijo él.
-No te preocupes en serio.
-De veras lo siento, te he tirado la copa o algo
-Qué va, olvídalo en serio, no hay problema
El chico se alejó un poco avergonzado, y aunque le siguió con la mirada hasta que se perdió en la nube de amigos que le rodeaban, él no le volvió a mirar. No sabía qué había pasado, que le había sucedido. ¿Qué coño era eso que se le había agarrado al estómago y le había hecho medio sonreír como una estúpida cuando ese tipo le había empujado? Quizás eran ya las copas, quizás la hora que ya alcanzaba las 4 de la mañana, quizás… en realidad no tenía ni idea, pero no podía deja de mirar discretamente hacia el grupo de chicos. Sin embargo, por lo que se ve, lo que fuera que le sucedió, solo le pasó a ella, porque él no volvió a mirar, ¿O sí? Fueron solo dos segundos, en los que sus ojos castaños se cruzaron y mantuvieron la mirada de sus ojos verdes, pero no fue una mirada normal. Parecía que querían decirse algo ¿Pero qué?
Elisa se comenzó a preguntar si sería una casualidad, si sería fruto del estrés que le provocaba la época de exámenes, o qué sería. El caso es que sentía una irremediable necesidad de acercarse a él y descubrir si solo era ella. Pero la vergüenza podía a la curiosidad, siempre le había pasado, quizás por eso había perdido tantas oportunidades. Sin embargo esta noche tenía algo especial, sentía fuerzas nuevas, algo irracional que le empujaba a intentarlo. La noche se estaba acabando pero quizás antes de que se acabase la noche, quizás hoy, le diría algo.

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